viernes, 29 de noviembre de 2013

Gentrificación

Publicada por revista 8,66 el 13/11/2013


GENTRIFICACIÓN ¿REHABILITACIÓN URBANA O ELITIZACIÓN RESIDENCIAL?

Las nuevas lógicas de apropiación y transformación de sectores urbanos, otrora postergados, promueven la mutación de su enraizado tejido social.

Por Pablo Mesa.

A partir de la industrialización, muchas ciudades de occidente experimentaron un proceso de transformación relacionado al cambio estructural que generó la migración interna de distintas fracciones de la sociedad. Tal circunstancia determinó un patrón espacial que situó a la clase trabajadora en los centros urbanos, próximos al lugar de trabajo, y a las clases con más recursos, en la periferia, buscando mejores condiciones de vida. Los suburbios ofrecían grandes espacios de seguridad y tranquilidad, frente al deterioro ambiental, aglomeración e insalubridad de los centros productivos modernos.

El crecimiento asociado a la planificación de la nueva estructura posteriormente relocaliza y desplaza a la industria a las zonas periféricas, donde el valor del suelo es más bajo, y se dispone de infraestructura de transporte y servicios para su desarrollo, lo que ya no hace necesaria su ubicación próxima a la mano de obra. A pesar de esta circunstancia, muchas familias obreras también migran a los nuevos barrios de viviendas donde les es posible adquirir su propiedad.De esta manera, las zonas que en un inicio fueron las más pobladas de una ciudad, posteriormente se encontraron casi vacías o subutilizadas, permaneciendo en esta situación o en algunos casos, siendo habitadas por sectores de menores recursos, ya sea por ocupación o alquiler de las propiedades. Con el paso de los años, y sin las inversiones necesarias para mantenerlos, amplios sectores urbanos se fueron deteriorando, llevando a la pérdida de la calidad y funcionalidad, tanto de los espacios públicos como de los edificios privados.Es así como a partir de la década del 60, surge un fenómeno denominado en Inglaterra como “gentrification”, que según lo describió la socióloga Ruth Glass –autora del término- es la “reconquista” de las clases de mayores recursos de los barrios desocupados u ocupados hasta ese momento por las clases más empobrecidas. Se presenta un nuevo cambio de la estructura social del espacio, que comienza cuando un sector de la población con recursos económicos decide establecerse en una parte de la ciudad, que si bien se encuentra degradada, tiene mucha potencialidad de desarrollo, y además por el hecho de estar depreciada, ofrece una muy buena oportunidad de negocio. Generalmente son áreas localizadas en las cercanías de las zonas centrales con carácter histórico, pero que preservan características propias de los barrios más alejados.Y es así como el interés inicial de un pequeño grupo hace que aumente el valor de las propiedades cercanas y, por ende, los costos de los alquileres se tornen inaccesibles para las clases de menores recursos, debiendo abandonar la zona contra su voluntad y relocalizarse en la periferia. Una vez que el fenómeno comienza, continúa hasta cambiar por completo las características físicas y la estructura social del barrio.No es un fenómeno espontáneo sino que son emprendimientos especulativos, que requieren grandes inversiones para la compra y rehabilitación de las propiedades, lo que provoca una progresiva recategorización del área con las consecuentes plusvalías, pero que por tratarse de inversiones a mediano plazo, generalmente son promovidos por grandes grupos inmobiliarios y entidades de crédito privadas.Si bien cada caso es distinto en cuanto a su proceso y sus resultados, se pueden identificar distintas tendencias bien marcadas. Mientras que en los ejemplos de ciudades europeas y norteamericanas, la transformación no radica en un cambio funcional, como es el caso del Soho, el barrio londinense de Brixton, el corredor cultural de Brooklyn, la zona sudeste de Harlem en New York, el barrio del Raval en Barcelona o los barrios de Tetuán y Lavapiés en Madrid, donde se pueden admirar los trabajos de rehabilitación residencial de edificios centenarios; en Latinoamérica, en cambio, responde más a una transformación funcional y es donde se insertan en la estructuras patrimoniales, hoteles, restaurantes, bares, boutiques, galerías de arte y casas de antigüedades.Es así que analizando en detalle los casos de Hispanoamérica, los objetivos se pueden sintetizar en la búsqueda de la revalorización del patrimonio histórico. Esta ha sido una línea en aquellos centros históricos preservados por organismos internacionales, donde la inversión muchas veces surge de los gobiernos locales, que emprenden tareas de rescate a lo existente, generando circuitos turísticos. En muchos otros casos, amparándose en un plan de recuperación urbana, se esconde el objetivo de la transformación social de las centralidades, en donde se busca liberar las zonas patrimoniales de la “ocupación informal de las calles” de los grupos de escasos recursos económicos, para posteriormente estimular la inversión privada. Este es el caso de los centros históricos de la ciudad de San Pablo, ciudad de México, o Quito y Guayaquil en Ecuador, en donde las acciones se concentraron en reforzar la seguridad pública, mejorar las vialidades y los espacios públicos, desplazando al comercio de vendedores ambulantes.Buenos Aires no quedó fuera de la tendencia internacional de trasformación urbana, y es a partir de la década del 90, donde se pueden encontrar distintos ejemplos de intervenciones estratégicas. Uno emblemático fue la renovación del barrio de San Telmo. Hasta mediados del siglo XIX San Telmo era un barrio residencial, con un predominio de la clase alta local. Pero la proximidad con el viejo puerto de la ciudad, hizo que en sus cercanías se asentasen industrias, lo que lo convirtió posteriormente en el receptor de muchos de los inmigrantes europeos que llegaban al país, a partir de la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, hecho que fue modificando su estructura. Lo que en un principio eran viviendas familiares, se subdividieron y se convirtieron en viviendas colectivas de alquiler, albergando así a más población. El hacinamiento repercutió en forma directa sobre las condiciones de habitabilidad, a punto tal que a finales de siglo el barrio sufrió una epidemia de fiebre amarilla que marcó la migración de la burguesía de la época hacia la zona norte de la ciudad. Estos factores no limitaron el asentamiento de trabajadores en el área hasta pasada la segunda mitad del siglo XX, en donde se comienza la disminución de arribos de inmigrantes al país. Es a partir de este punto en que podría considerarse el comienzo del abandono y decadencia del barrio, que duraría hasta la década del 80, momento en la que la ciudad inicia un proceso de rescate y preservación del patrimonio histórico, siendo San Telmo uno de los ejes principales de intervención. Las pensiones, conventillos y las casas tomadas, empezaron a dar lugar a las nuevas funciones de los circuitos turístico-comerciales-patrimoniales y las residencias de los sectores sociales de clase media-alta.La renovación trajo aparejada la recalificación inmobiliaria y el desplazamiento social de los habitantes de bajos recursos. Pero a pesar de esto, los sectores populares históricos que residían en San Telmo, se organizaron y lucharon por preservar su derecho de permanencia. Así, conformaron asambleas vecinales que en la actualidad dan asistencia a los sectores más pobres y que aprovechando el turismo que visita el barrio, a través del desarrollo de ferias artesanales y actividades culturales, logran obtener ingresos económicos a la vez que refuerzan su identidad.Desde un enfoque distinto al anterior, Puerto Madero se asemeja a las intervenciones urbanas de los puertos de Londres, Barcelona o Dublín, en las que aprovechando el potencial simbólico del sitio, se transforma un núcleo netamente productivo en un centro cultural y financiero.En este caso, el proceso de renovación urbana surgió de la iniciativa pública –nacional y municipal– que tuvo como objetivo recuperar un área central a partir de la privatización de un sector portuario en desuso, aprovechando su estructura y su inmejorable ubicación. Las grúas y diques siguen recordando la historia del país como exportador de granos, mientras que los viejos almacenes de cargas se convirtieron en oficinas, hoteles, universidades privadas, sedes empresariales y edificios residenciales de lujo; y el puerto comercial se transformó en un puerto deportivo. Todo el cambio del espacio público ha favorecido la utilización de una zona de la ciudad, hasta no hace poco tiempo negada.En casi todos los casos descriptos, el desplazamiento social nunca es total dado que siempre permanecen algunos grupos de la población original de sectores de menores recursos, ya que el sistema de consumo de las nuevas funciones requiere de mucha mano de obra y de servicio.Si bien es difícil determinar cuál es el modelo a seguir, el éxito o fracaso de cualquier planteo, estará ligado a la interpretación que se haga del capital social, de la ciudad y de su gente. Continuar la lógica de segregación y de desplazamiento social en pos de su “renovación”, lo único que logrará es maquillar una estructura inerte.

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